febrero 18, 2017

Convivencia

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Convivencia

Vi el comienzo de nuestra historia en el fondo de la tartera. Al final del surco, agachada, rezagada, estaba ella, una muchacha de quince años. Era la primera vez que iba a la recogida de la lenteja. Me acerqué y, sin mediar palabra, arrancamos las matas hasta alcanzar al resto de jornaleros. Habían puesto el anuncio en los postes y nos habíamos ajustado por diez pesetas al día. Corría el año cuarenta y cinco, tiempo de escasez y hambre. Cuando terminamos la jornada y le dijeron que al día siguiente podía volver, me miró como quien mira un milagro. Desde ese día ya no nos pudimos separar.
-¿Ya están hechas?
Sentada en su silla de ruedas había picado muy menudo el ajo, la cebolla, el pimiento, yo añadí un chorizo que le daba color y sabor.  A los dos nos gustaban caldosas. Al llevarme la cuchara humeante a la boca me supieron a amaneceres juntos, a lucha diaria, a miradas cómplices, a risas, a griterío de niños que, poco a poco, fueron creciendo y partiendo, a sesenta años de vida compartida.
Todo ese tiempo habíamos hecho un buen tándem.
Sí -dije apagando el fuego, feliz de seguir a su lado.

 

Nombre: Sol Gómez Arteaga