febrero 18, 2017

Eran Otros Tiempos

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Eran Otros Tiempos

Repicaban las campanas con eco aletargado de hiel. Artemio, asió con parsimonia  su  inseparable bastón de nogal, compañero de los contraídos paseos y salió de la iglesia. En la reducida plazoleta frente al campanario se encontró con Manuel, eran ya los últimos bastiones de la cuadrilla, habiendo sobrepasado la quebradiza barrera de los noventa años. Se saludaron con un efusivo abrazo. Manuel sacó del bolsillo de la chaqueta un pañuelo de  algodón y se secó las lágrimas. Tras unos segundos de emotivo silencio, le confesó que se le olvidaban las cosas, de nuevo volvieron a aflorar las lágrimas en sus pupilas y emprendieron un fugaz viaje por los pronunciados surcos nonagenarios de su tez, “ayer no sabía volver a casa, no recordaba el camino”.  Artemio y Manuel habían emigrado del norte al sur, en busca de una vida mejor, habían sembrado cientos de hectáreas de lentejas. Eran otros tiempos, Manuel nunca fue al colegio y no sabía leer, era Artemio quién le leía las cartas que le enviaban desde su pueblo y quién se las escribía. Ni el alzhéimer había logrado borrar el recuerdo de lealtad que les unía, Manuel todavía rememoraba que Artemio le enseñó a leer y escribir.

 

Nombre: José Mariano Seral Escario
Huesca