Aunque no se dejen ver, prefiero la compañía de las ratas. Por las noches me gusta escucharlas escarbando con sus patitas, o correteando por el interior de las paredes de mi casa. Presumo de compartir con ellas el calor y el sustento. Me reconforta saber que tienen una vida feliz al otro lado del pladur, ronchando cereales y copulando como ratas.
Cuando amanece, sin embargo, cada mañana me recogen y me llevan a un Centro de Día. Allí me sientan delante de la tele y, a las horas convenidas, me dan la medicación y un plato de lentejas pastosas. Yo aprovecho ese tiempo para dormir. Así puedo estar despierto luego, cuando por la noche me devuelven a mi casa, con los míos.

Javier Revilla Cuesta – Villangómez (Burgos)